La alta gastronomía

No está al alcance de todos los bolsillos, y puede que sea esa una de las razones por la que la alta gastronomía está tan valorada. Tal y como ocurrió hace algunos años con la moda y sus diseños de alta costura,  la innovación en la cocina se ha hecho con una parte de la atención de curiosos y entendidos.

En muchas ocasiones la experiencia de visitar un restaurante en el que su dueño solo cocina en determinadas fechas o que ni siquiera nos muestra la carta, sino que es él quien decide por nosotros lo que vamos a comer forma parte de la experiencia, y las listas de espera para poder sentarse a una de sus mesas tienen meses o incluso años.

Es verdad que en algunas ocasiones nos encontramos con auténticos magos de los fogones, que saben imprimir a un plato una personalidad que los hace absolutamente inimitables, pero también debemos reconocer que bajo el nombre de alta gastronomía algunos se han valido de extrañas técnicas para presentar creaciones que nada tienen que ver con la alimentación, como algunas de las nuevas modas, que parece que ofrecen humo a precios desorbitados.

Por mi parte, es muy posible que nunca visite uno de estos restaurantes aunque tampoco lo descarto. De momento, algunas veces me conformo con poder comerme un buen bocadillo de jamón y dejar que las deconstrucciones, las espumas y los platos cocinados con nitrógeno líquido los disfruten otros que se puedan permitir pagar el cubierto.

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